¿Te comprarías una moto de segunda mano? Ya hemos expresado en este blog de manera clara y repetida nuestra opinión sobre que el mundo de la motocicleta está viviendo una de sus etapas de mayor expansión. Con la llegada en tromba de los fabricantes asiáticos a nuestro mercado la oferta se ha visto incrementada hasta hacer las delicias (o convertir la elección de un modelo concreto en un auténtico dolor de cabeza) de cualquier persona que busque una motocicleta.
Esta oferta generosa, extremadamente variada, que se adapta con versatilidad a todos los gustos, necesidades y bolsillos, es felizmente recibida por una demanda entusiasta, deseosa de nuevos modelos con nuevas capacidades técnicas, desarrollos e innovaciones, y sobre todo, precios más asequibles.
La explicación del por qué el auge del sector seguro da para otro artículo. Reflexionar sobre la imagen que tenemos de las motos, el por qué las vemos como un símbolo claro del espíritu aventurero, de un sentimiento de libertad, que nos evoca y nos retrae una eterna juventud, etc… daría, como decimos, para llenar muchas líneas.
Pero ese no es el asunto en el que vamos a ocuparnos hoy. En este artículo vamos a centrarnos en el mercado de motos usadas o de segunda mano.
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El mercado de las motos de segunda mano
El mercado de las motos de segunda mano está experimentando un auge y un dinamismo que va en paralelo al mercado de motos nuevas. Son miles los anuncios de motos de segunda mano que podemos encontrar en internet.
Algunos pasan largas temporadas publicados, sin aparente movimiento. Pero la volatilidad, la rapidez con que otros aparecen y desaparecen (supuestamente tras el cierre de la venta) nos puede servir como prueba del número de ventas que existen en el sector.
¿Quién compraría una moto de segunda mano?
Y esto nos da pie para lanzar la pregunta con la que hemos titulado este articulo: ¿Quién compraría una moto con treinta años de antigüedad? ¿Qué motivaciones tienen ese gran número de compradores que hacen que algunos anuncios en las web especializadas de compraventa no duren más que unos días? ¿Cuáles son las razones por la que muchos motoristas valoran y buscan con interés de compra modelos de los años 80 y 90?
El mundo de la motocicleta ha vivido un auge y una revolución tecnológica paralela a la de otros sectores.
Hace ya más de 35 años que podemos encontrar el sistema de frenos ABS en una motocicleta, más exactamente, desde que BMW lo sacó al mercado en 1.988.
Desde entonces hasta ahora, y en especial en la última década, hemos visto como toda una revolución tecnológica transformaba el mundo de las motos (y su forma de conducirlas!!!). Controles de tracción y de estabilidad que actúan en curvas, cámaras, radares, suspensiones “inteligentes”,… sensores… sensores y más sensores,… todo ello orquestado y dirigido por centralitas electrónicas que poco o nada envidiarían a las instaladas en un automóvil.
Toda esta revolución tecnológica ha afectado a la práctica del motociclismo, dotando a la conducción de las motos de un elevadísimo grado de seguridad, aunque también, ambas van de la mano, de un mayor grado de complejidad mecánica y sobre todo de una electrónica que lo abarca todo.
Siendo así, ¿quién en su sano juicio renunciaría voluntariamente a todas estas medidas de seguridad al comprar una moto antigua que carece totalmente de ellas? ¿Qué otros factores pueden pesar más que la seguridad a la hora de comprar una moto?
Sin duda, el factor económico deja de ser determinante en la elección cuando encontramos modelos antiguos con precios tan elevados que se asemejan al precio de una moto nueva, y que además superan, en numerosas ocasiones, el precio de venta original nuevo del modelo.
¿Qué hay entonces detrás, si por precio no es la opción más lógica y racional y al elegirla renunciamos a medidas de seguridad que podrían salvarnos la vida?
Hay muchos motoristas que al referirse a estas motos antiguas hablan de recuerdos y sensaciones, de emociones que les transportan a otra época.
Muchos de los que montan en moto en la actualidad, y rozan o han superado ya la cincuentena convivieron en su juventud con estos modelos, los vieron cruzar desiertos y auparse con los primeros puestos en carreras tan prestigiosas y románticas como el Paris-Dakar.
Así que podemos hablar de un componente o gancho emocional fuertemente arraigado. Es poder tener ahora, en la madurez, alguna de aquellas motos con las que convivieron y que tanto desearon en su juventud. Es quizás una forma de conectar de nuevo con aquella juventud perdida, con aquellos años especiales, no exentos de retos y dificultades, pero que recordamos de una manera tan especial.
Motos tecnológicas frente a motos clásicas
Existe una opinión muy extendida de que los vehículos modernos, llenos de tecnología, son menos fiables y duraderos que los fabricados hace unas décadas.
Mucha de la tecnología que actualmente presentan estos vehículos nuevos está sostenida por sensores que proporcionan información del correcto funcionamiento del vehículo a las centralitas y al sistema eléctrico que los soporta, y que pueden fallar. Así, el dicho “…cuantos más electrónica tiene una moto, más cosas pueden fallar” es un mantra reconocido y muy repetido en el mundo de la moto.
Los motores antiguos, más básicos, con menos complejidad, tienen menos puntos débiles, son menos propensos al fallo y por lo tanto gozan de fama de ser más fiables que los motores más actuales.
Afortunada o desgraciadamente, existen cientos de ejemplos de motores actuales, más en el automóvil que en la motocicleta, que sufren de fallos sistémicos, continuados, y que han convertido el día a día de sus propietarios en un auténtico vía crucis.
Esta fiabilidad extrema basada en la simplicidad se vuelve algo enormemente cotizado cuando hablamos de motos destinadas a su uso en campo, en terrenos difíciles que ponen a prueba la mecánica de la moto: Barro, humedad, piedras, calor, caídas y golpes contínuos…
Son también muchos aficionados los que afirman que la presencia de tantos sensores y tantos sistemas electrónicos que “ayudan” a la conducción le ha robado a la moto parte de su comportamiento básico y de las sensaciones que antaño transmitía.
La moto se ha vuelto más fácil de conducir, más segura, disminuyendo ese componente de “riesgo” controlado y de aventura que antes ofrecía.
Creo que esto, que aparentemente pudiera verse como una contradicción, el rechazo a lo que es más fácil y seguro, creo que es fácil de entender por los motoristas con pedigrí y los verdaderos amantes de las dos ruedas. Ahora la moto puede “intervenir” en la conducción a través de los sensores y los distintos sistemas que posee.
Un ejemplo claro de esto son los omnipresentes “modos de conducción”, de obligatoria presencia en cualquier moto actual de gama media alta.
En esta enumeración de motivos no podemos olvidarnos de un componente a la hora de adquirir una moto de segunda mano, que ya hemos citado al inicio de este artículo: El romanticismo y las emociones que nos transportan a otra época.
Tener y poder usar una motocicleta de los años 80 y 90 es para el motorista el poder transportarse a esa época, a las primeras imágenes de los rallys, a las etapas con finales de infarto de los primeros Paris -Dakar. Es estar ahí, como si no hubiese pasado el tiempo.
Por último, decir también que muchos aficionados a las motos poseen los conocimientos necesarios para hacer pequeños mantenimientos a sus motocicletas y que esto expande y multiplica la afición y el hobbie, pues nos conecta de una manera más íntima con nuestra máquina, a la que cuidamos y mimamos.
Esta labor se dificultada e incluso se vuelve imposible con motos repletas de sensores y circuitos eléctricos que son difíciles o imposibles de tocar de forma doméstica o amateur.
Las sensaciones al conducir una moto “como las de toda la vida”. Una mayor fiabilidad y durabilidad, sobre todo cuando lo que nos gusta es el trail y la moto de campo y que se traduce en la opinión generalizada de que son motores irrompibles.
El romanticismo y las emociones unidas a los recuerdos de épocas pasadas o la posibilidad de emplear horas de nuestro tiempo haciendo nuestros pinitos como mecánicos hacen que motocicletas con veinticinco y treinta años de antigüedad sean buscadas y deseadas, y se coticen a menudo al precio de vehículos nuevos. Aún en contra de toda lógica.
Será porque la moto es una pasión, algo que vas a allá de lo racional y lo calculado. Será porque dentro de todo motorista habita un niño en busca de aventuras. Será, como dijo un famosísimo escalador hablando de las montañas,… “porque está ahí”.
Será…